INTRODUCCIÓN
Este blog no busca interpretar el Curso ni agregar ideas propias.
Es un espacio donde comparto de manera escrita, algunos fragmentos clave y su proposito, desde una mirada fiel a su enseñanza y al aporte de Kenneth Wapnick.
Recordemos que es un proceso personal
Aunque parezca haber muchas creencias diferentes, en realidad todas se originan en una sola creencia fundamental:
la separación. Esta única creencia es la raíz de todas las ilusiones que sostenemos, y deshacerla es el propósito esencial que nos invita a explorar Un Curso de Milagros.
El propósito del Curso no es modificar el funcionamiento del cuerpo ni los patrones externos, sino guiarnos a reinterpretar nuestra percepción para recordar nuestra verdadera esencia.
Como lo venimos viendo, este camino se presenta en dos niveles esenciales:
la metafísica, que nos enseña la naturaleza de la Realidad y la ilusión, que viene siendo la esencia no-dualista; y por el otro lado, la práctica o experiencia, también llamada nivel de la forma, que nos guía para aplicar en nuestra vida diaria,
ya que nosotros creemos que estamos acá y es algo que no se puede negar. Es fundamental comprender lo que representa cada nivel y cómo se relaciona con nuestra experiencia.
La metafísica nos ofrece una visión no-dualista de la realidad, recordándonos que sólo existe la unidad perfecta con Dios y que todo lo demás —
el tiempo, el espacio, los cuerpos y las relaciones— es una proyección ilusoria. Por otro lado, la práctica nos enseña cómo usar esta comprensión para transformar nuestra percepción en cada momento y experimentar paz, incluso en medio de lo que parece ocurrir en la forma.
Todo lo que "vemos", pensamos o sentimos está influenciado por el sistema de pensamiento que elegimos: el del ego o el del Espíritu Santo.
Es importante recordar que no vemos con los ojos ni sentimos con el cuerpo; lo que percibimos proviene de la mente y de la interpretación que elegimos dar a lo que parece suceder en el mundo. Los ojos y el cuerpo son herramientas neutrales que simplemente reflejan las decisiones de nuestra mente. Según el sistema del ego, todo lo que vemos refuerza la ilusión de separación; según el Espíritu Santo, todo lo que vemos puede reinterpretarse como un recordatorio de la unidad.
Estos sistemas de pensamiento son formas internas de interpretar nuestra experiencia. Dependiendo de cuál elijamos, nos sentiremos atrapados en el conflicto o guiados hacia la paz. En nuestra vida diaria, el ego nos invita constantemente a validar la ilusión de separación. Lo hace a través del juicio, el miedo, la culpa y la especialidad, desviándonos de la conciencia de unidad, que es nuestra verdadera naturaleza. Sin embargo, cada una de estas experiencias puede convertirse en una oportunidad para recordar que no somos víctimas de lo que ocurre en el mundo, sino los creadores de nuestra percepción. Este reconocimiento no surge automáticamente; requiere práctica, observación y una voluntad constante de elegir nuevamente.
Es acá donde los dos niveles del Curso cobran relevancia: la metafísica nos da una base sólida para entender que todo lo que percibimos como "real" —
el tiempo, el espacio, los cuerpos y las relaciones— no es más que una proyección de la mente que cree haberse separado de Dios. La práctica, por su parte, nos enseña cómo aplicar esta comprensión para reinterpretar nuestras experiencias y experimentar paz, independientemente de lo que suceda.
NIVEL I: La Metafísica: La base no-dualista del CursoEl Curso parte de una premisa no-dualista: solo existe una realidad, y esa realidad es la unidad perfecta con Dios. Todo lo demás —los conflictos, el tiempo, el espacio y las diferencias entre los cuerpos— es una ilusión creada por la mente dividida que tomó en serio una idea imposible: la separación de Dios.
Para ilustrarlo, pensemos en el estado de un sueño. Durante el sueño, las personas, los lugares y las emociones que experimentamos parecen completamente reales. Sin embargo, al despertar, nos damos cuenta de que todo era una proyección de nuestra mente, sin sustancia ni realidad. Así describe el Curso nuestra experiencia en el mundo: un sueño generado por la mente que parece real, pero que nunca afecta nuestra verdadera realidad, que es estar en casa con Dios.
Este entendimiento no-dualista nos desafía porque vivimos en un mundo que parece estar basado en opuestos: bueno y malo, correcto e incorrecto, amor y odio. El ego utiliza esta percepción dual para mantenernos distraídos de nuestra verdadera naturaleza. Sin embargo, el Espíritu Santo, desde afuera del sueño, utiliza estas mismas ilusiones para guiarnos de regreso a la Verdad. Nos recuerda que, aunque el mundo parece tener poder sobre nosotros, lo que realmente experimentamos proviene de nuestra mente y de la elección que hacemos en cada instante.
Este nivel metafísico no es algo que podamos comprender completamente desde nuestro estado como humanos, pero su propósito no es que lo "entendamos",
sino que lo usemos como una base para entregar nuestra percepción al Espíritu Santo y permitir que Él la reinterprete. Cada vez que elijamos soltar un juicio o liberar un pensamiento de separación, estamos practicando la verdad de esta enseñanza no-dualista, recordando que nunca hemos dejado nuestra unidad con Dios.
Siguiendo con lo que el Curso enseña sobre el origen de la ilusión, esta sección profundiza en uno de los conceptos más conocidos y simbólicos:
la “diminuta y alocada idea”.Desde una mirada fiel al aporte de Kenneth Wapnick, exploramos cómo surge la percepción de separación, cómo se sostiene el sistema del ego, y cuál es el papel del tomador de decisiones en este aparente camino de regreso a la unidad.
Para comprender cómo llegamos a la experiencia de dualidad que percibimos, el Curso utiliza la metáfora de una "diminuta y alocada idea". Este concepto no debe tomarse de manera literal, sino como una representación simbólica que ilustra cómo surgió la percepción de separación. Según esta metáfora, el Hijo de Dios pareció tener un pensamiento que cuestionaba su unidad con Dios: "¿Qué pasaría si me separo de esta perfección? ¿Y si fuera algo diferente, algo especial?"
Es una idea diminuta porque, en el contexto de la eternidad, no tiene peso ni relevancia, y alocada porque desafía la Verdad Absoluta: la separación no es posible. Sin embargo, en lugar de soltar este pensamiento absurdo, la mente decidió explorarlo, y con ello nació la ilusión. Es fundamental entender que esto no es algo que realmente ocurrió, sino una narrativa simbólica que nos ayuda a comprender, desde nuestra percepción limitada, cómo surgió la experiencia del sueño de separación.
Este pensamiento inicial dio lugar a un ciclo que el ego se encargó de desarrollar. Al intentar imaginarse separado de Dios, surgió la percepción de haber cometido un pecado terrible. Este supuesto pecado generó una culpa insoportable, y esa culpa se transformó en miedo: miedo a un Dios vengativo que buscaría castigarnos por nuestra "traición". Este ciclo de pecado, culpa y miedo es el fundamento del sistema del ego, y siempre se manifiesta a través del juicio y la proyección, manteniéndonos atrapados en la ilusión.
Sin embargo, en este mismo punto se encuentra el tomador de decisiones, esa parte neutral de nuestra mente que permitió que esta idea pareciera real y que ahora tiene el poder de elegir nuevamente. Aunque parece que hemos quedado atrapados en este sueño, todavía podemos decidir con qué maestro queremos interpretar nuestra experiencia: el ego, que perpetúa la ilusión de separación, o el Espíritu Santo, que nos guía de regreso al recuerdo de nuestra unidad.
El tomador de decisiones no es una entidad separada, sino una función de la mente que observa y elige. Esta capacidad de elección nos recuerda que seguimos siendo responsables de nuestra percepción y tenemos el poder de decidir cómo interpretar nuestras experiencias.
Este poder de elección, al que el Curso llama el verdadero libre albedrío, no se trata de elegir qué hacer en el mundo de las formas, sino desde qué sistema de pensamiento interpretar nuestras experiencias. Lo esencial aquí no es sentir culpa por elegir el sistema del ego, sino utilizar esa consciencia para volver a elegir desde el amor. Desde esta parte neutral de la mente, podemos soltar el juicio, liberar la culpa y transformar nuestras percepciones en oportunidades de sanación.
El tomador de decisiones es, por tanto, el acceso a nuestra verdadera libertad. Su importancia radica en que nos devuelve el recuerdo del poder que creímos haber perdido: el de elegir con amor y volver a la conciencia de unidad. Este proceso requiere práctica y voluntad. Porque aunque en la Verdad nunca nos separamos, en la forma —donde creemos estar— es donde se nos ofrece la oportunidad de elegir de nuevo.